EL CAMPO VENEZOLANO



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22 nov 2015

En el cultivo de transgénicos no todo está probado

Pese a la controversia en torno a los organismos genéticamente modificados, hasta ahora no se ha podido demostrar que representen un alto riego para la salud o el ambiente.
Agencia de Noticias
Al respecto, el profesor Alejandro Chaparro Giraldo considera que “la ingeniería genética que se utiliza en la agricultura es una herramienta que ha demostrado beneficios, en particular en la disminución del uso de agroquímicos; además, se han registrado incrementos en la producción y mejoras en el beneficio económico de los agricultores.
El investigador, quien ha desarrollado varios estudios al respecto, entre las cuales figura “Los cultivos transgénicos en el contexto latinoamericano”, recuerda que 24 países y 18 millones de agricultores en el mundo utilizan esta tecnología.
En la actualidad hay alrededor de 180 millones de hectáreas sembradas en varios países, entre ellos los cultivos más difundidos son el maíz, la soya, el algodón y el arroz. 
En el trabajo sobre los transgénicos en América Latina, el profesor Chaparro manifiesta que los cultivos biotecnológicos que se han comercializado hasta este momento se orientan hacia la agricultura intensiva, la reducción de costos y el incremento en el valor del producto final.
Un cultivo transgénico, según explica el experto, es un organismo modificado mediante ingeniería genética con el fin de dotarlo de herramientas para enfrentar el ataque de plagas, el ambiente o para resistir herbicidas como el glifosato o el glufosinato de amonio.                                                              
Así, los debates que se generan en torno a dicha tecnología tienen que ver principalmente con los efectos en la biodiversidad y la salud humana; en el primer caso, los opositores señalan que se causa un daño a la biodiversidad, pues al contener los alimentos genes diferentes a los de las plantas, se pueden ocasionar daños al ambiente, agrega el docente.
En cuanto a los efectos en la salud humana, añade el investigador que se especula mucho al respecto, particularmente cuando se habla de enfermedades como el cáncer; no obstante, aclara que con la legislación que se aplica en todos los países se tienen que hacer pruebas de inocuidad con el fin de demostrar que no tienen ningún efecto negativo para el consumidor. 
Dichas pruebas llegan a ser tan exigentes que copan el 30 % del presupuesto para el desarrollo de esta tecnología.
Para concluir que no hacen daño, se realiza una comparación de genes del organismo modificado contra bases de datos globales en las que se han almacenado todos los genes y proteínas con efectos demostrados desde el punto de vista de toxicidad o alergenicidad; también se realizan estudios en animales y, solo después de esa amplia y compleja batería de pruebas, se puede liberar la tecnología, explica el docente.
Sobre Colombia, el educador recuerda que dichos conocimientos se usa desde 1999 en el cultivo del clavel azul; desde el 2002 en algodón, y a partir de 2007 en maíz.
Es importante destacar que las variedades e híbridos liberados han pasado toda la ruta regulatoria de la autoridad en este tema (Instituto Colombiano Agropecuario ICA), que ha mostrado que no hay ningún efecto; así mismo, los organismos tienen altos niveles de producción, pues en efecto cumplen la función anunciada por los productores, es decir, resistir insectos y tolerar herbicidas.
En el país, en la actualidad hay más de 117 mil hectáreas cultivadas. Según la ONG Agrobío, el 89 % de algodón producido en Colombia es transgénico, mientras que la proporción en maíz genéticamente modificado es de 18 %.
En cuanto al debate, comenta el profesor Chaparro, ha sido intenso en Colombia, las comunidades campesinas, por ejemplo, y a partir de la propaganda de grupos ecologistas radicales, se han establecido como zonas libres de transgénicos. 
Sin embargo, es cuestionable que se haga sobre la base de información manipulada y carente de fundamentación científica.

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