AMIGOS DE HUGO CHÁVEZ SE ENRIQUECEN TRAS SU MUERTE GRACIAS A ESCASEZ DE ALIMENTOS
Algunos de los que se beneficiaron haciendo negocios con el Estado venezolano viven en mansiones y apartamentos de lujo, son dueños de criaderos de caballos en Florida, viajan en avión privado y juegan al polo.
Bloomberg Vision Agropecuaria
El capitán retirado del Ejército venezolano William Biancucci camina por su despacho sin muchos muebles en Caracas, sosteniendo un ejemplar encuadernado en rojo de la constitución socialista de Hugo Chávez.
Está discutiendo sus planes para comprar un avión privado y así viajar con mayor comodidad hacia y desde su finca en la selva del Amazonas, en Brasil. Desde una franja amplia de tierra con pasturas, ha fletado miles de vacas en barcos con destino a Venezuela.
Biancucci, de 55 años, que creció en la pobreza, dice que obtuvo contratos para abastecer de ganado a Venezuela gracias a su amistad con oficiales militares que están actualmente en el gobierno. Su voz se carga de emoción al decir que ha sido admirador de Chávez desde el colegio militar, cuando el fallecido líder era su profesor de historia.
En 1992, Biancucci se sumó a otros 140 oficiales con el fin de organizar un intento de golpe encabezado por Chávez. Si bien el golpe falló, Chávez fue electo presidente seis años más tarde –y los negocios de Biancucci prosperaron.
El Socialismo es la solución para la pobreza, dice Biancucci. En su caso, el socialismo de Chávez lo volvió rico, dice. “Soy socialista, pero me gusta tener billetes en mis manos”, dice, agitando el puño con un fajo de billetes imaginario.“Socialismo es riqueza”.
Biancucci pertenece a una camarilla de venezolanos allegados a Chávez que adquirieron riqueza durante sus 14 años en el poder y con su sucesor, el ex conductor de autobuses y líder sindical, Nicolás Maduro.
Las compañías de estos hombres de negocios han recibido miles de millones de dólares del gobierno desde que Chávez asumió en 1999, por la distribución de alimentos, servicios bancarios y otras actividades, según registros públicos.
Un análisis atento de quiénes son estas personas y cómo hicieron sus fortunas permite comprender por qué Venezuela, un país bendecido con las reservas petroleras más grandes del mundo, ha caído en el caos y la parálisis –mientras que individuos conectados políticamente se han vuelto ricos.
Algunos de los que se beneficiaron haciendo negocios con el Estado viven en mansiones y apartamentos de lujo, son dueños de criaderos de caballos en Florida, viajan en avión privado y juegan al polo.
Venezuela es, según muchos indicadores, una economía en quiebra. Escasean productos como carne, harina, plástico, autopartes y hasta el agua. La inflación anual alcanzó 61% en mayo, la tasa más alta entre 122 países monitoreados por Bloomberg.
La eclosión de homicidios en Venezuela, estimada en 24,763 el año pasado y el doble de esa cifra un decenio atrás, ha dejado vacíos teatros y clubes de salsa que anteriormente estaban repletos.
Los venezolanos salieron a las calles, levantaron barricadas en sus barrios y marcharon contra edificios estatales, provocando represalias de la policía. Cientos de venezolanos han sido arrestados este año por cuestionar al gobierno, incluido el líder opositor Leopoldo López, que está en la cárcel desde febrero acusado de incitación a la violencia.
López dice que es inocente y que fue encarcelado por ejercer su derecho constitucional a protestar pacíficamente.Cuarenta y tres personas han muerto en enfrentamientos este año.
“Venezuela pasó por numerosas crisis en el pasado, algunas de ellas graves”, dice Harold Trinkunas, investigador sénior en Brookings Institution en Washington que ha publicado extensas investigaciones sobre el país. “Pero nada alcanzó la magnitud de lo que vemos hoy”.
En Venezuela, la economía dominada por el Estado es manejada por oficiales militares y sus intereses comerciales y los gubernamentales están entrelazados. Oficiales activos o retirados ocupan un cuarto de los 31 cargos a nivel de gabinete en la presidencia de Maduro, incluidos los ministerios de Finanzas, Electricidad, Alimentación e Interior.
“Permitir que las fuerzas armadas, que tienen la mayor posibilidad de coaccionar al pueblo, ingresen en la actividad empresarial como lo han hecho representa un riesgo”, dice Trinkunas. “Es un obstáculo considerable para las reformas”.
Chávez, que murió de cáncer el año pasado a los 58 años, hizo promesas audaces. Prometió utilizar la riqueza petrolera de Venezuela para ayudar a los pobres y transformar al país en una economía próspera y equitativa siguiendo el modelo de Cuba.
Confiscó alrededor de 1,200 fincas, comercios y fábricas privados –en algunos casos durante el transcurso de su emisión televisiva semanal- y redujo a las empresas extranjeras a roles menores en los yacimientos petroleros del país.
Chávez –y posteriormente Maduro- también volvieron ricos a algunos de sus amigos con lucrativos contratos estatales, dice Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda que perdió por estrecho margen la elección presidencial frente a Maduro en abril de 2013.
“No hay nada más capitalista que un socialista en el poder”, dice Capriles comiendo un bol de sancocho de pollo en un campo de béisbol en Barlovento, 100 kilómetros (60 millas) al este de Caracas.
Un área donde los amigos privilegiados de Chávez tienen un poder inmenso es la distribución de alimentos. Más de 20,000 tiendas y cantinas estatales están encargadas de abastecer a los venezolanos de productos básicos baratos como arroz, leche y carne vacuna.
Chávez comenzó a construir esta red de distribución en 2003, tomando US$ 40,000 millones anuales de los ingresos por las exportaciones petroleras.
A pesar de esa financiación, en mayo la producción de carne se había desplomado 36% respecto del mismo período el año anterior, según la Asociación Venezolana de Frigoríficos y Mataderos Industriales.
Los trabajadores abandonaron muchas fincas y granjas que Chávez había confiscado en la medida que les resultaba muy difícil seguir funcionando debido a los controles de precios y la falta de insumos. En enero escaseaba más de uno de cada cuatro productos básicos, muestran las estadísticas más recientes del banco central.
En semejante entorno, son frecuentes las escenas de disturbios, como la de un sábado a mediados de mayo en el barrio 23 de Enero de Caracas, así llamado por el día en 1958 en que partidos opositores y soldados derrocaron al dictador militar Marcos Pérez Jiménez. Los líderes de aquel golpe fueron su inspiración en su búsqueda de poder, dijo en una oportunidad el difunto presidente Chávez.
La gente hace cola frente a un depósito estatal de alimentos con techo de carpa que es custodiado por soldados armados de ametralladoras. Los compradores sostienen firmemente los tickets que les otorgan el derecho a comprar pollo congelado, arroz y aceite de cocina subsidiados.
Los alimentos se acaban antes de que los que esperan afuera puedan ingresar en la carpa. “Antes, cuando me quedaba sin alguna cosa, simplemente iba a la tienda”, dice Wendy Guerra, madre de tres hijos. “Ahora, tengo que hacer cola medio día”.
El sistema estatal de alimentos ha estado plagado de deficiencias, una contabilidad laxa, pérdida de documentos y falta de auditoría y supervisión, según demostró la Contraloría General de la República en un informe del mes de abril.
En 2008, Chávez creó PDVAL, una unidad de Petróleos de Venezuela SA, la compañía petrolera estatal, para recorrer el mundo con el fin de comprar alimentos debido a que las góndolas de los supermercados con frecuencia estaban vacías.
En unos meses, centenares de contenedores de transporte llenos de carne bovina, pollo, pastas y leche quedaron abandonados o se pudrieron bajo el calor tropical debido a la negligencia gubernamental en Puerto Cabello, el puerto más grande del país, según el informe.
El deficiente sistema de distribución de alimentos de Venezuela frustra al pueblo en tanto enriquece a individuos con conexiones políticas, dice Neidy Rosal, legisladora del estado de Carabobo que desde hace cinco años investiga el mal manejo del sistema.
“Muchos están ganando dinero con la desesperación de la gente por la comida”, dice. “Están usando el hambre y el acceso a los alimentos para hacerse ricos. Es una desgracia”.
Maduro atribuye la escasez de alimentos a los contrabandistas, especuladores y opositores corporativos que tratan de desestabilizar a su gobierno reteniendo la producción. “Nuestro pueblo tiene conciencia suficiente para resistir los problemas causados por esta guerra económica”, dijo Maduro en un discurso el 15 de abril.
El ex ministro de Alimentación, Félix Osorio, coronel del ejército, dijo en respuesta a una pregunta de Bloomberg Markets en una conferencia de prensa el 21 de marzo que el gobierno había eliminado los procedimientos deficientes que llevaron a que se pudrieran alimentos en los muelles comprándolos directamente a gobiernos amigos, como el de Brasil.
“El Estado es el principal distribuidor de alimentos actualmente en Venezuela”, dijo Osorio, que fue reemplazado por el general Hebert García Plaza en junio. Tanto Maduro como García se negaron a hacer declaraciones para este artículo.
El gobierno ha ido dando gradualmente un papel mayor a los militares en el sistema de distribución de alimentos, dice la legisladora Rosal. Biancucci, el capitán del ejército retirado que tiene el negocio de exportación de ganado en Brasil, dice que cuando las fuerzas armadas tengan un mayor control, se solucionará el problema de la mala administración que generó escasez.
Ex soldados, como él, están sirviendo a su país, dice. “Todos en el sector alimentario son militares retirados”, dice. “Eso ayuda porque garantiza disciplina, orden”.
Biancucci fue contratista de construcción antes de entrar en el negocio de los alimentos con la administración Chávez. Inició su negocio en Brasil (habla portugués pues su madre es brasileña) en 2006, cuando compró una finca cerca de Belem, en la selva amazónica.
Carga su ganado en barcos en Vila do Conde, un puerto en el delta del Río Amazonas. “Puedo cargar hasta 5,000 vacas por mes desde mis tierras”, dice Biancucci, vestido con una camisa safari de manga corta sobre una camiseta roja como las que vestía Chávez.
Hasta el año pasado, según registros del Ministerio de Agricultura brasileño, la compañía de Biancucci, Portal do Boi Representações & Comercio Ltda., había adquirido dos fincas cerca de Belem. Portal do Boi y otra empresa controlada por Biancucci, Comercializadora Internacional Thawi CA, exportaron por valor de hasta US$ 110 millones hacia Venezuela desde 2009 hasta 2011, según el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil.
Una mañana de lunes a mediados de mayo, en una segunda entrevista con Bloomberg Markets, Biancucci habló sobre sus planes de crecimiento. Está reunido en su despacho de Caracas con el general Alexis Hernández, comandante de la unidad del ejército de lucha contra el tráfico de drogas.
Hernández, que se negó a hacer comentarios, se ha retirado desde entonces de las fuerzas armadas. Con traje de fajina, Hernández mueve afirmativamente la cabeza en silencio mientras Biancucci propone comprar más fincas y construir un puerto en Venezuela para incrementar las ventas.
Biancucci también proyecta construir un frigorífico con un costo de US$ 19 millones en Brasil para poder enviar carne faenada a Venezuela. “Estoy construyendo un imperio empresarial”, dice Biancucci.
Al otorgar contratos a ex oficiales militares y ejecutivos de empresa favorables al gobierno, Chávez dio un nuevo rostro al sistema de clientelismo que ha minado la riqueza del país desde 1500, cuando España comenzó a colonizar la región que más tarde sería Venezuela. Un grupo de oligarcas designados por la corona mantenía el dominio político y económico.
En 1811, Venezuela declaró su independencia, desatando una guerra de 12 años contra España, encabezada por Simón Bolívar, que terminó con la derrota de las fuerzas reales en la Batalla Naval del Lago Maracaibo. El destino de Venezuela cambió dramáticamente en 1914, cuando la compañía que actualmente es Royal Dutch Shell Plc perforó el primer pozo petrolero comercial.
Para 1935, Venezuela había pasado a ser el mayor exportador de petróleo del mundo, derramando riqueza a un grupo de elite cuyo patrimonio dependía de hacer negocios con el Estado, dice Kim Morse, profesora de historia venezolana en la Universidad Washburn en Topeka, Kansas.
El 4 de febrero de 1992, Chávez, que por entonces era teniente coronel comandante de paracaidistas, encabezó un intento fallido de derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez en medio de huelgas por recortes en el gasto público. Pérez encarceló a Chávez durante dos años.
Esas acciones y el encarcelamiento hicieron que el líder carismático conquistara el apoyo del pueblo y allanaron el camino a la victoria presidencial aplastante de Chávez en 1998.
En tanto ayudaba a los pobres construyendo viviendas asequibles y brindando educación gratuita, Chávez también dejaba el poder económico en manos de una nueva elite, dice Morse. “Chávez simplemente cambió el funcionamiento del clientelismo, incorporando a gente nueva al sistema”, dice Morse, que co-escribió ‘Venezuela: Latin America in Focus’ (ABC-CLIO, 2010). “La vieja clase alta fue reemplazada por los nuevos ricos elegidos por Chávez”.
Uno de los individuos más destacados en la elite del país de la era Chávez es Víctor Vargas Irausquin. Es presidente de Banco Occidental de Descuento, de Banco Universal CA, con sede en Maracaibo, conocido como BOD, el cuarto banco no estatal más grande de Venezuela. Vargas, ex presidente de la Asociación Bancaria Venezolana, juega al polo en su propio equipo profesional, Lechuza Caracas.
Una década atrás, Vargas comenzó a aparecer en los diarios españoles cuando su hija Margarita se casó con Luis Alfonso de Borbón, primo segundo del rey español Felipe VI.
Vargas lleva años celebrando públicamente las políticas económicas de Chávez y Maduro. En un discurso que pronunció el 5 de junio en Maracaibo, corazón de la industria petrolera de Venezuela, Vargas elogió a Chávez por ayudar a los pobres a obtener hipotecas. “Tenemos un sistema financiero sólido, robusto”, dijo. “Aquí sí me siento socialista porque le dimos la oportunidad a los más necesitados. Chávez restituyó el crédito hipotecario”.
Vargas era un banquero exitoso antes de que Chávez llegara al poder. En 1993, una sociedad anónima propiedad de Vargas compró BOD, dice Andrés Pérez Capriles, vicepresidente ejecutivo de BOD. En aquella época, BOD era un banco regional que operaba en el estado de Zulia.
El banco de Vargas creció hasta convertirse en una franquicia nacional en tiempos de Chávez, cuando el presidente nacionalizó los bancos que no apoyaban a su gobierno. Los activos de BOD ascendían a 121,600 millones de bolívares (US$ 19,300 millones) en mayo, según Pérez. Vargas es dueño de 95% del capital accionario de BOD, dice Pérez.
Vargas no recibió un trato especial de Chávez, dice Diego Lepage, uno de los abogados del banquero. “No es que Víctor se haya concentrado en aumentar su riqueza, sino que es un hombre con 35 años de banco”, dice Lepage. BOD creció en parte asumiendo riesgos y creando empleos, dice.
“Cuando dicen que Vargas ha sido un empresario que se benefició con Chávez, no dicen que Vargas tiene 15,000 empleados en Venezuela. Eso es muy importante”.
BOD ganó dinero recibiendo más depósitos públicos que ningún otro banco privado, según documentación obligatoria presentada ante Sudeban, el regulador bancario de Venezuela. Los depósitos del Estado venezolano en BODascendían a 10,900 millones de bolívares al 31 de marzo, dice Pérez.
Al 31 de diciembre de 2013, BOD tenía al menos 50% más de depósitos que cualquier otro banco privado, muestran datos de Sudeban. “El liderazgo que mantiene el BOD en captaciones oficiales se debe fundamentalmente a la fidelización de estos clientes”, dice Pérez.
BOD, como otros bancos venezolanos, paga un promedio de 0.78% anual sobre los depósitos de cuenta corriente, según el banco central. Invierte parte del efectivo del gobierno en bonos venezolanos.
Los rendimientos sobre deuda venezolana emitida en dólares estadounidenses –y por ende aislada de la inflación galopante del país- han promediado 11.8% desde que asumió Chávez. El 15 de julio, los bonos rindieron 11.2%.
BOD y otros bancos venezolanos hacen préstamos a empresas, cobrando un promedio de 17.3%, según los últimos datos del Banco Central. “BOD gana dinero con los márgenes”, dice Theresa Paiz Fredel, directora sénior en Fitch Ratings con sede en Nueva York.
Tal como ocurre con los bancos venezolanos, la inflación redujo el valor de las ganancias no denominadas en dólares en los dos últimos años. La ganancia aumentó 44%, hasta 1,040 millones de bolívares, en los cinco primeros meses de 2014, dice Pérez.
Hacer negocios con el gobierno es valioso para BOD, dice Pérez. “BOD participa activamente en dicho sector, fortaleciendo su relación con las empresas del Estado que manejan recursos del petróleo y otros minerales, así como, aquellos recursos provenientes de ingresos de alcaldes, gobernaciones e Institutos Autónomos”, dice Pérez.
BOD se cuenta entre los bancos venezolanos que ayudaron a reestructurar la deuda pública y ejecutar los controles cambiarios. Las comisiones por estas actividades hicieron llover riqueza sobre los dueños de los bancos, dice Russell Dallen, socio ejecutivo de Caracas Capital Markets, con sede en Miami, una firma que se especializa en operaciones con títulos latinoamericanos.
Con Chávez, los dueños de bancos en Venezuela tuvieron una vía libre para ganar”, dice Dallen. “Y estar a favor del gobierno fue una excelente póliza de seguro para que no les quitaran el banco”.
A Chávez no siempre le gustaba lo que hacía Vargas, dice Lepage, el abogado del banquero. En 2008, Vargas trató de comprar Banco de Venezuela SA, el banco más grande del país por depósitos. Dio un anticipo de US$ 150 millones.
“El presidente Chávez salió a decir que Vargas no compraría Banco de Venezuela porque lo compraría el Estado”, dice Lepage. Vargas todavía libra una batalla ante la justicia para recuperar los US$ 150 millones, dice el abogado.
Mientras Chávez vociferaba contra los ricos en su programa televisivo semanal, Vargas gastaba en un estilo de vida lujoso. En 2005, una mansión en West Palm Beach fue adquirida por US$ 33.6 millones a través de una compañía donde un abogado de Vargas figura como alto ejecutivo, muestran registros inmobiliarios y corporativos. Tres años más tarde, una casa frente al mar se vendió por US$68.5 millones a una empresa co-dirigida por el mismo abogado.
En septiembre de 2012, Vargas ganó un trofeo en un torneo de polo en Sotogrande, España. Abordó el Ronin, un yate de 58 metros (190 pies) que había comprado al fundador de Oracle Corp., Larry Ellison, y concedió una entrevista al sitio Web Polo-Line. “No lo creerán, pero el polo me da paz”, dijo.
Quienes se enriquecen haciendo negocios con el gobierno venezolano pueden unas veces gozar de favores y otras veces perderlos –es lo que le sucedió a Ricardo Fernández. Antes de que Chávez llegara al poder, Fernández, con 49 años en la actualidad, ya tenía barcos de pesca, molinos de azúcar y harina y camiones de reparto.
Se ganó el agradecimiento de Chávez en 2002 por no sumarse a una huelga petrolera nacional, dice Rodrigo Agudo, consultor de la industria alimentaria en Caracas. Fernández ordenó a sus camiones que entregaran los alimentos, y Chávez recompensó a Fernández con contratos para abastecer al sistema de distribución en ciernes. “Fernández creció mucho gracias a la ayuda que le brindó a Chávez durante la huelga”, dice Agudo.
En un plazo de tres años, Fernández pasó a ser dueño de 41 empresas en cinco países, incluido su molino harinero en Puerto Cabello, una flota de pesca de atún en Panamá y una empresa forestal con sede en el Amazonas brasileño, según una auditoría con fecha 31 de diciembre de 2005 que encargó a KPMG LLP para sus banqueros. Su patrimonio neto ascendía a US$ 1,600 millones, concluyó KPMG.
Transcurrida una década bajo el régimen de Chávez, Fernández descendió tan rápido como había ascendido. En 2009, Chávez tenía miedo de que algunos de sus magnates empresarios recién acuñados estuvieran volviéndose más poderosos que el presidente, dice Capriles, gobernador del estado de Miranda.
En noviembre de 2009, fiscales de Caracas acusaron a Fernández de utilizar ilegalmente depósitos y préstamos de bancos en quiebra que había comprado al Estado el año anterior, muestran registros judiciales. El gobierno lo encarceló por tres años. Pasó un año de ese lapso entre internaciones y altas en hospitales militares.
Mientras Fernández estaba en la cárcel, el gobierno absorbió sus activos en Venezuela, según documentos presentados por sus abogados ante el 28° Tribunal Penal de Caracas. El gobierno también confiscó sus bancos, después de que él los había rescatado con US$ 1,000 millones de su dinero, dicen los documentos.
El 6 de diciembre de 2012, un informe de Fogade, la agencia estatal que garantiza los depósitos bancarios, llegó a la conclusión de que Fernández no había desempeñado ningún papel en la malversación de fondos bancarios. La autoridad culpó de las presuntas irregularidades a los miembros del consejo de administración.
Fernández fue liberado de la cárcel en marzo de 2013. Todavía enfrenta acusaciones de apropiación indebida de depósitos bancarios y de librar préstamos no autorizados. Durante sus tres años de cárcel, nunca tuvo un juicio. Fernández se negó a hacer comentarios, mencionando una orden de secreto de sumario.
“Son peleas internas de botines por una tajada del negocio”, dice Capriles. “Hoy, alguien les resulta útil. Mañana, lo persiguen porque no les da la comisión que le pidieron”.
En un país petrolero manejado por dirigentes que han prometido crear una economía socialista que beneficie a los pobres, millones de personas luchan cada día por conseguir lo básico. En este país bendecido con abundantes recursos naturales, son los amigos de Chávez y sus ministros –gente como Biancucci- los que han acumulado riqueza. “Hay un nuevo grupo social que floreció desde Chávez, una nueva elite, de la cual formo parte”, dice Biancucci.
En Puerto Cabello, 200 kilómetros al oeste de Caracas, sobre la costa caribeña y a unos cientos de metros de los barcos cargados de granos y carne vacuna, María Meléndez, que tiene un puesto de pasteles fritos en la ciudad, hace cola de pie con cientos de otras personas para comprar dos botellas racionadas de aceite de girasol para su negocio.
“Todo es una larga cola”, dice. “Cuesta ganarse la vida como están las cosas. En vez de freír, estoy aquí, esperando. Esta es nuestra nueva existencia”.
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