El Universal Cartagena Colombia
Desde la ventana de su oficina a un costado de la plaza de Caicedo, en el centro de Cali, el mayor Mauricio Osorio jefe de la Policía Fiscal y Aduanera de la región contemplaba con estupor las ventas ambulantes que, entre junio y julio pasado, bullían ofreciendo camisetas de la selección Colombia.
Es que si para la mayoría de colombianos los triunfos alcanzados por la “tricolor” durante la Copa Mundo de Brasil fueron motivo de alegría, para quienes persiguen el contrabando, como el mayor Osorio, tuvieron un sabor agridulce ya que a la par con la entusiasta ‘ola amarilla’, los agentes de la Polfa (Policía Fiscal y Aduanera) vieron como explotaba el comercio ilegal de camisetas que, según cifras no oficiales, habría superado los 20 millones de unidades.
Eso significa que al menos uno de cada dos colombianos compró la camiseta de la selección durante el Mundial. Aunque Adidas, la marca que diseña y fabrica el uniforme oficial de Colombia reportó ventas por un millón de unidades. ¿De dónde salieron entonces las prendas que lucían los aficionados?
Las pistas para entender este fenómeno las entrega un atemorizado funcionario de la Dian que aceptó hablar bajo la reserva de su nombre: “Buena parte de esas camisetas fueron cosidas en casas y pequeños talleres dentro del país, otra cantidad vienen de China, eso se podía notar en la calidad de las prendas y en los distintos precios en las calles”.
Según su testimonio fueron los contrabandistas de bandas como la de ‘Los Minions’, ‘Los Rolos’ y ‘Los Paisas’, quienes aprovecharon la fiebre mundialista “porque son los que traen telas para maquilar esas prendas, además, tienen montada la red de distribución en las ciudades más importantes del país”.
Y es que así como las camisetas ‘chiviadas’ de la selección, en las calles de cualquier ciudad se consigue toda clase de mercancías que no pagan tributos.
‘Piratas’ o ‘pirateadas’, como comúnmente se conocen estos productos, se pueden comprar películas de cine, música y juegos de video, gafas para el sol, lociones y relojes, ropa y zapatos, electrodomésticos y licores.
Eso por mencionar las mercancías que se compran con facilidad en las calles, sin embargo, al país también ingresa de contrabando cebolla, papa, arroz y medicinas por la frontera con Ecuador; gasolina y materiales de construcción por la frontera con Venezuela; cigarrillos y alcohol por Barranquilla y Buenaventura, así como telas y autopartes. “También se trae juguetería pero son productos de temporada”, explica la fuente.
IMPERIO ILEGAL
De acuerdo la Dirección Nacional de Impuestos y Aduanas, Dian, el contrabando le cuesta al país unos US $7000 millones al año. Cifra que representó un poco más del 10% de las importaciones legales que realizó Colombia durante el 2013, las cuales sumaron US $59.381 millones según el Dane.
Y aunque estos guarismos comparados con el Producto Interno Bruto colombiano (unos US $400.000 millones) son bajos, para los sectores de la economía afectados directamente, representan una dura y desleal competencia, como lo explica el saliente director de la Dian, Juan Ricardo Ortega.
“Las confecciones, con unos US $3.400 millones, la gasolina con US $800 millones y los licores con US $600 millones, son los principales sectores del contrabando en Colombia. Le siguen el arroz por el orden de los US $540 millones, el calzado con un promedio de US $400 millones y los cigarrillos que mueve unos US $260 millones anuales”, señaló el exfuncionario.
El exdirector de la Dian reconoció que el contrabando sigue desangrando al país y advirtió que si bien se está enfrentando con decisión, aún falta mucho camino porque hay pasos fronterizos que son complejos de controlar para la modalidad de contrabando abierto, y procesos complejos de detectar para la modalidad de contrabando técnico.
“En las fronteras había unos 157 pasos abiertos hace dos años, hoy están casi cerrados. Nos quedan seis en la del Ecuador y otros 24 con Venezuela donde vamos a hacer un importante trabajo conjunto. La Guajira sí es muy difícil porque la frontera es porosa, pero estoy confiado en que con el liderazgo de la Dian y con el general Gustavo Moreno, al frente de la Policía Fiscal y Aduanera, Polfa, así como con el compromiso de nuestros vecinos vamos a cerrar esas coladeras”, dijo Ortega.
Reveló también que las modalidades van desde la desaparición de contenedores en las carreteras del país, pasando por la no declaración de lo que ingresa, hasta el manejo que se da en centros comerciales, donde los productos llegan a los establecimientos y los pagos se hacen a través de cuentas en Panamá.
“Hemos descubierto una modalidad de procesos aduaneros que es la mayor debilidad: la manipulación de posiciones arancelarias donde la descripción de la mercancía y sus propiedades se ajusta a una posición con un menor arancel, entonces la ganancia resulta mayor para el contrabandista por el monto del impuesto que se deja de pagar. Eso lo vamos a acabar con la sistematización de los procesos de la Dian que antes eran trámites manuales”, reforzó Ortega.
“El contrabando de hoy es como el narcotráfico de los años 90: El principal flagelo de nuestra sociedad”, anunció Bruce McMaster, presidente del gremio.
Para McMaster la lucha contra este delito es desigual: “En Colombia somos demasiado tolerantes frente al contrabando y tampoco tenemos las herramientas para luchar contra él”.
Fuentes de la Policía y de la Dian sostienen, ‘off the record’, que hay una disparidad entre los recursos que dispone el Estado para controlar ese comercio ilícito frente al gran flujo de dinero que usan las bandas de contrabandistas y que alcanza incluso para sobornar a las autoridades, razón por la cual investigan a varios funcionarios.
Para ilustrar el tamaño del reto que le lanzan al Estado los contrabandistas es bueno saber que la Polfa completará 3500 hombres al finalizar el 2015 y la Dian tiene una planta de 9000 personas.
Mientras que las redes del contrabando emplean y dan sustento, según cálculos de la fuente reservada, “por los menos a cuatro millones de personas, son familias enteras”, dice.
Otro dato que da idea de la disparidad de herramientas lo aporta McMaster, “mientras el país necesita al menos un escaner de gran formato para cada puerto y cada uno vale $15.000 millones, la Unidad de Información y Análisis Financiero, Uiaf, tiene un presupuesto anual de $7000 millones”.
El otro factor que dificulta la persecución al contrabando es una costumbre muy colombiana: Esa idea de que todo producto tiene su versión ‘chiviada’, que se parece a la original y es más barata, aunque no ofrece garantía y si se daña, nadie responde.
Mientras esa idea siga imperando será muy difícil atacar el contrabando, como lo explica el mayor Osorio, “usted sabe qué pasa si intervengo Sanandresito o recojo a los vendedores ambulantes del centro, eso se me convierte en un problema social y de orden público; la gente nos grita: Dejen trabajar”.
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