Análisis: Los Escenarios del País
Omar David Suárez El Impulso
¿Y si la guerra continúa?
Herman Hesse, uno de los autores alemanes más influyentes del siglo XX, escribió una obra llamada ¿Y si la guerra continúa? Con la cual esbozó una mirada a lo que significa vivir una conflagración desde diferentes ángulos de la vida cotidiana. Traigo esta referencia a colación en vista de lo que han significado 15 años continuos de polarización política en la Venezuela de nuestros tiempos. Una especie de guerra no convencional cuyas consecuencias apenas comienzan a aparecer en el horizonte de las miradas colectivas de la ciudadanía.
Guerra fría con episodios calientes:
Desde 1945 el mundo conoció la llamada "guerra fría” una época de nuestra historia contemporánea que llevó a convertir la Tierra en un tablero de ajedrez geopolítico donde dos superpotencias se disputaban el control y la influencia de sus modelos políticos en prácticamente todos los países del orbe.
La Unión Soviética con su predilección por el comunismo y los Estados Unidos con su apuesta al capitalismo y al modo de vida occidental, se enfrentaron en diversos campos: económico, político, militar incluso hasta deportivo y científico para demostrar al mundo cuál modelo era mejor para el desarrollo y el bienestar general de la población. Sus batallas en general fueron en medio de propagar sus ideas; por eso se le llamó "guerra fría”.
Nunca se enfrentaron en una conflagración bélica directa; no obstante, en medio de esa "guerra fría” se vivieron episodios muy calientes que si llevaron a algunos países a ser víctimas del ajedrez geopolítico poniendo cientos y miles de muertos en conflictos militares y civiles. Corea del Norte y Corea del Sur son un producto de esta época, El Salvador, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Polonia, Hungría, Cuba, Afganistán, Irak, Irán, entre muchos otros lugares, provocaron enfrentamientos por motivos ideológicos dejando a su paso mucha violencia política y destrucción.
En nuestro país, aún habiéndose extinguido la guerra fría a finales de los ochenta y principio de los noventa, parece haber resucitado luego de 1998. En Venezuela ya tenemos 15 años de polarización política producto de la contradicción de dos modelos opuestos de desarrollo.
Luego de la victoria electoral de Hugo Chávez en diciembre de ese año, hemos vivido una reedición de esta etapa de la contemporaneidad traducida en dos bloques políticos que no se han podido entender en más de una década, pareciera más bien, que cada día se aleja esta posibilidad. Aunque, en términos generales, los enfrentamientos y las diferencias se han procesado por caminos electorales, en algunas oportunidades hemos tenido "episodios calientes” que se han manifestado con estadios de violencia política.
Abril del 2002, escarceos pre electorales y post electorales, entre otros, han sido motivos para que algunos venezolanos fallecieran producto de enfrentamientos directos. Hoy en día, luego de 15 años de revolución bolivariana, la narrativa del descrédito hace que se exacerben los ánimos y muchos jóvenes salgan a las calles a manifestar su inconformidad con las políticas públicas y el gobierno en general. Ha sido difícil manejarse en términos de respeto y tolerancia cuando muchos voceros del liderazgo político se expresan despectivamente del "otro”.
Ha sido difícil concebir un camino legítimo apoyado por una mayoría "calificada” del país con estos episodios de violencia política que dejan secuelas complicadas de resolver. Nuestro permanente llamado es a desaparecer este estadio de "guerra fría” que vivimos porque es claro que nadie es propietario de la "verdad absoluta” y la historia nos ha demostrado hasta la saciedad que un modelo exclusivo es imposible que sea perfecto.
Todo lo contrario: las nuevas tesis mejoradas provienen de las contradicciones entre las antiguas tesis y las antítesis en un movimiento que la dialéctica hace que no se detenga jamás.
¿Horizonte común?
Evidentemente la polarización tal como la hemos vivido no nos llevará a un horizonte común. Todo lo contrario. La economía y la vida cotidiana son las que más se han afectado con ella. Venezuela se asemeja a un barco cuyos capitanes y marineros luchan por definir su propio rumbo en direcciones contrarias. No hace falta ser adivino o experto en escenarios para saber hacia dónde llevará este accionar a la nave venezolana.
Hacia un caos cuyas consecuencias ni remotamente imaginamos. Frente a ello, se impone que el liderazgo responsable advierta y asuma la consecución de un verdadero horizonte común que recupere la confianza institucional y los valores de la vida democrática.
Nuevas medidas económicas: Otra devaluación en marcha
Por: Rubén Orlando Noguera
Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie. Giuseppe Tomasidi Lampedusa en El gatopardo Después de varios meses de expectativas, las autoridades económicas anunciaron el pasado martes las "nuevas medidas” que serán puestas en práctica.
En resumen, se instrumentará una liberación parcial del mercado de cambios, que funcionará a través de operadores de bolsa y bancos. Se mantendrá la tasa a 6.30 por dólar para productos básicos, alimentos y medicamentos. Se fusionará el Sicad I y Sicad II, con una tasa de cambio que comenzará en Bs. 12 por dólar, pero que se ajustará en función del control que el gobierno haga de las divisas. Se mantiene una tercera tasa de cambio, que operará a través de un nuevo mecanismo denominado Sistema Marginal de Divisas (Simadi), que supuestamente operaría, en función de la libre interacción de la oferta y demanda, pero, con una restricción que no permitirá adquirir más de 300 dólares en casas de cambio.
El flamante presidente del BCV, además anunció, que estas medidas no tendrían incidencia en la ya alta inflación, y que además contribuirían a bajar el precio del dólar en el mercado paralelo, que para ese martes rondaba los 180 bolívares por dólar.
Escuchando los anuncios, rememoramos la inmortal obra de Giuseppe Tomasidi Lampedusa El gatopardo, ya que las medidas anunciadas, como en la novela, "es una de esas batallas que se libran, para que todo siga como está” No se refirieron los ministros, a los verdaderos problemas económicos que han convertido la vida cotidiana del venezolano en una tragedia diaria:alta, persistente y crónica inflación, caída del PIB per cápita, deterioro del salario real, incremento el desempleo, destrucción acelerada de la capacidad productiva nacional, desabastecimiento, recesión, dependencia más acentuada de la renta petrolera, ineficiencia y corrupción en la gerencia pública, alto endeudamiento, incremento de la desigualdad socioeconómica real, etc.
Después de meses "ajustando” las medidas, volvemos a lo conocido, a lo esperado, a lo fracasado, a una nueva devaluación, que sería la sexta instrumentada por el régimen desde 2002. Esta se materializaría, a partir de la resultante obtenida de la fusión del Sicad I y Sicad II, que operaría como la tasa de cambio marcador de todas las demás importaciones diferentes a las contempladas a 6,30 por dólar.
Esta medida, tiene dos vertientes; en primer lugar, el Estado, perceptor de las divisas petroleras, utiliza la devaluación para producir más bolívares. Logra que los ingresos de Pdvsa aporten más al fisco. No hay que olvidar que la caída de los precios del petróleo, significará en 2015, una merma del 50% de los ingresos provenientes de la factura petrolera, respecto de los obtenidos en 2014. Sin embargo, la medida no le permitirá a la estatal petrolera, financiar nuevos proyectos de expansión. El verdadero costo de esa devaluación, se cargará, como siempre, sobre el ciudadano común.
Pero el otro factor es eminentemente electoral. No otra es la razón, para mantener una tasa de cambio a 6,30 por dólar. Se pretende seguir usando esta tasa sobrevaluada, con la finalidad de mantener, al menos por este año, la actividad proselitista, que permita obtener ventajas de cara a las próximas elecciones parlamentarias. En su famosa carta de crítica al gobierno del presidente Maduro, el exministro y antiguo zar de la economía Jorge Giordani, reconocía que esa práctica, era instrumentada en cada proceso electoral, sin importar las nefastas consecuencias que generaban sobre la economía nacional.
Los mercados cambiarios en el país, padecen de una oferta de divisas muy restringida, donde prevalece la escasez y la corrupción (caso Cadivi). No está definido, de dónde se van a obtener las divisas que permitan operar un sistema de libre mercado, no hay posibilidades de incrementar la oferta de las mismas para atender a la demanda en su real dimensión, mientras se mantengan las medidas estatistas y de control. Seguramente el Simadi degenerará, a muy corto plazo, en otro mecanismo de racionamiento (tipo Sicad II). Respecto de las divisas a 6,30., nada permite pensar, que no se continuará con la perversa práctica de la sobrefacturación, o del desvío de las mismas para otros propósitos.
Al prevalecer la desconfianza de los sujetos económicos en el modelo instrumentado, se alentará la alta demanda de dólares, lo que seguramente incidirá en el mantenimiento de una tasa de cambio paralela, que seguirá operando, independientemente de los buenos deseos del presidente del BCV.
No han podido las autoridades económicas, ni colmar las expectativas, ni calmar las incertidumbres. Los indicadores económicos, nos bosquejan un país con graves y profundos desequilibrios, que se agudizan porque tampoco hay crecimiento. El gobierno no parece poder ir más allá, de lo que algunos autores llaman "las terribles simplificaciones”.
Por ello, "más de lo mismo”. Las mismas recetas, los mismos discursos, las mismas fórmulas, las mismas promesas. No demuestra el gobierno capacidad técnica y operativa, para administrar el país, con mayor eficiencia y probidad. Priva lo inmediato, lo inminente, lo coyuntural, lo banal.
El balance es poco consistente, casi diríamos que deplorable. Herman Hesse, uno de los autores alemanes más influyentes del siglo XX, escribió una obra llamada ¿Y si la guerra continúa? Con la cual esbozó una mirada a lo que significa vivir una conflagración desde diferentes ángulos de la vida cotidiana.
Traigo esta referencia a colación en vista de lo que han significado 15 años continuos de polarización política en la Venezuela de nuestros tiempos. Una especie de guerra no convencional cuyas consecuencias apenas comienzan a aparecer en el horizonte de las miradas colectivas de la ciudadanía.
Guerra fría con episodios calientes Desde 1945 el mundo conoció la llamada "guerra fría” una época de nuestra historia contemporánea que llevó a convertir la Tierra en un tablero de ajedrez geopolítico donde dos superpotencias se disputaban el control y la influencia de sus modelos políticos en prácticamente todos los países del orbe. La Unión Soviética con su predilección por el comunismo y los Estados Unidos con su apuesta al capitalismo y al modo de vida occidental, se enfrentaron en diversos campos: económico, político, militar incluso hasta deportivo y científico para demostrar al mundo cuál modelo era mejor para el desarrollo y el bienestar general de la población. Sus batallas en general fueron en medio de propagar sus ideas; por eso se le llamó "guerra fría”.
Nunca se enfrentaron en una conflagración bélica directa; no obstante, en medio de esa "guerra fría” se vivieron episodios muy calientes que si llevaron a algunos países a ser víctimas del ajedrez geopolítico poniendo cientos y miles de muertos en conflictos militares y civiles. Corea del Norte y Corea del Sur son un producto de esta época, El Salvador, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Polonia, Hungría, Cuba, Afganistán, Irak, Irán, entre muchos otros lugares, provocaron enfrentamientos por motivos ideológicos dejando a su paso mucha violencia política y destrucción.
En nuestro país, aún habiéndose extinguido la guerra fría a finales de los ochenta y principio de los noventa, parece haber resucitado luego de 1998. En Venezuela ya tenemos 15 años de polarización política producto de la contradicción de dos modelos opuestos de desarrollo. Luego de la victoria electoral de Hugo Chávez en diciembre de ese año, hemos vivido una reedición de esta etapa de la contemporaneidad traducida en dos bloques políticos que no se han podido entender en más de una década, pareciera más bien, que cada día se aleja esta posibilidad.
Aunque, en términos generales, los enfrentamientos y las diferencias se han procesado por caminos electorales, en algunas oportunidades hemos tenido "episodios calientes” que se han manifestado con estadios de violencia política. Abril del 2002, escarceos pre electorales y post electorales, entre otros, han sido motivos para que algunos venezolanos fallecieran producto de enfrentamientos directos.
Hoy en día, luego de 15 años de revolución bolivariana, la narrativa del descrédito hace que se exacerben los ánimos y muchos jóvenes salgan a las calles a manifestar su inconformidad con las políticas públicas y el gobierno en general. Ha sido difícil manejarse en términos de respeto y tolerancia cuando muchos voceros del liderazgo político se expresan despectivamente del "otro”.
Ha sido difícil concebir un camino legítimo apoyado por una mayoría "calificada” del país con estos episodios de violencia política que dejan secuelas complicadas de resolver. Nuestro permanente llamado es a desaparecer este estadio de "guerra fría” que vivimos porque es claro que nadie es propietario de la "verdad absoluta” y la historia nos ha demostrado hasta la saciedad que un modelo exclusivo es imposible que sea perfecto. Todo lo contrario: las nuevas tesis mejoradas provienen de las contradicciones entre las antiguas tesis y las antítesis en un movimiento que la dialéctica hace que no se detenga jamás.
¿Horizonte común?
Evidentemente la polarización tal como la hemos vivido no nos llevará a un horizonte común. Todo lo contrario. La economía y la vida cotidiana son las que más se han afectado con ella. Venezuela se asemeja a un barco cuyos capitanes y marineros luchan por definir su propio rumbo en direcciones contrarias.
No hace falta ser adivino o experto en escenarios para saber hacia dónde llevará este accionar a la nave venezolana. Hacia un caos cuyas consecuencias ni remotamente imaginamos. Frente a ello, se impone que el liderazgo responsable advierta y asuma la consecución de un verdadero horizonte común que recupere la confianza institucional y los valores de la vida democrática.
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