Los Números NO Mienten
Jorge Euclides Ramírez El Impulso
En el camino de regreso de las ilusiones socialistas el gobierno nacional se ha encontrado con cifras devastadoras en todas las áreas económicas, especialmente en el sector agropecuario, donde realizó más esfuerzos ideológicos y también donde vio desaparecer millones y millones de dólares en proyectos inviables que hoy apenas se recuerdan.
En la medida en que avanza por la ruta de retorno a la realidad el Gobierno ha venido aproximándose a las cifras reales de producción nacional, aunque aún lejos de sincerarse abiertamente por miedo a que este reconocimiento sepulte definitivamente sus proclamas panglosianas de felicidad socialista.
Pero lo cierto es que sin dólares para importar los alimentos que se demandan en nuestro mercado interno, ampliado gracias a los varios programas sociales y ello hay que reconocerlo, tiene que asumir la imperiosa necesidad de entrar a conversar con los productores rurales que han sobrevivido al holocausto de invasiones, confiscaciones, secuestros, regulaciones de precios y otras "políticas” aplicadas casi siempre bajo el criterio discrecional de personas adoctrinadas con manuales en los cuales se sataniza la Economía de Mercado y se glorifica el paredón para quienes no compartan las ideas del Régimen.
Y no se trata, hay que repetirlo hasta el cansancio, de una defensa a capa y espada de un sistema dentro del cual la inmoralidad se hace presente en todos sus niveles, simplemente se trata de conciliar este esquema que es el único que garantiza la producción debido a que incorpora el incentivo de la ganancia, con un modelo político que atienda las necesidades del ser humano, las cotidianas como el alimento, la salud y la vivienda, al igual que las transcendentes como la libertad y el derecho a tener ideas distintas a la de los gobernantes sin ser perseguido.
Demostración de esta realidad ha sido la implosión de los regímenes comunistas y los mapas de pavorosa pobreza que quedan al descubierto luego de descorrerse el velo de las ilusiones que un día sirvieron de soporte político al discurso oficial de felicidad y progreso.
Esto lo sabe el gobierno venezolano, o al menos lo sabe el Presidente Nicolás Maduro ,pero lamentablemente lo que no sabe es como revertir este camino al caos sin entregar las banderas ideológicas que heredaron de Hugo Chavez.
He aquí el dilema del gobierno de Maduro, seguir siendo socialista y ser lapidado por una tragedia económica o asumir la verdad de los números y entrar en un proceso de conciliación democrática que de un nuevo aliento a la producción interna con base a garantías consistentes y verificables.
Lo cierto es que los números no mienten y allí están frente al escritorio presidencial.
Pongamos el ejemplo de la leche, un producto sobre el cual podemos opinar con cifras aproximadas a la verdad. En el país existe un desabastecimiento de leche notable, en todas sus formas.
La verdad es que internamente lo que se produce es alrededor de un millón de toneladas al año, lo cual es la tercera parte de lo que decía el gobierno hace dos años que se producía y la mitad de lo que dijo el año pasado.
Lo que sí es verdad, tal y como lo dice el gobierno, es que gracias a los programas sociales se habían incorporado al consumo sectores poblaciones que antes no lo hacían.
Quiere decir que la leche a precio de siete bolívares el litro para el consumidor está desaparecida. Sencillamente porque los costos para producirla a este precio son insostenibles, por ello la poca que está a disposición de los consumidores tiene el precio real de mercado, 24 bolívares la UHT y entre 18 y 22 bolívares la que se consume como queso fresco artesanal, si dividimos lo que cuesta un kilo entre los siete litros que sirven para elaborarlo.
Sobre estos números reales es que el Gobierno puede llegar a posiciones compartidas con los ganaderos, tanto de leche que hemos seleccionado para el ejemplo, pero también de carne donde los precios por encima de los cien bolívares el kilo indican una realidad de mercado que el gobierno acepta pero no legaliza.
En fin, los números no mienten y no pueden ocultarse ni con discursos grandilocuentes ni con la pretendida y afortunadamente fallida hegemonía comunicacional.
El tiempo corre y nos acercamos al abismo. Oremos para que la verdad y la rectificación se abran paso.
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