EL CAMPO VENEZOLANO



"SI EL CAMPO CRECE, TODO EL PAIS CRECE, SI AL CAMPO LE VA BIEN, A TODA VENEZUELA LE VA BIEN"

15 oct 2013



Francisco J. Quevedo  Nueva Prensa de Oriente


“Si a ver vamos, el “sabotaje económico” es realmente eso, ese conjunto de riesgos y controles, de matracas y trabas que entorpecen la producción nacional y espantan la inversión privada. La “guerra económica” empieza en el organismo cambiario, donde conseguir un dólar cuesta tiempo y dinero, para ponerlo elegante”

La primera respuesta al por qué no hay leche es sencilla: ¡Porque no hay vacas! En cualquier país que se auto-abastezca, como Brasil o Argentina, habría un animal por persona. En Venezuela, nos peleamos entre tres para tener acceso a las ubres. Y como vemos, no alcanzan. El rebaño ha venido mermando por décadas, pero esa es otra historia que tiene que ver con el riesgo de ser ganadero y con muchos de los agravantes que afectan la producción de cualquier cosa en la República Bolivariana. 

La leche en puerta de corral está regulada en Bs.F. 4,50 el litro. Fedenaga propone que cuesta no menos de nueve bolívares producirla y los Productores de Carora plantean un precio de Bs.F. 13, eso es un aumento del 189%. Contra este costo regulado, el Gobierno espera que se venda al público por Bs.F. 6,60 el envase de 900 ml. Esto significa que el transporte de la finca a la receptoría y de allí a las plantas, su procesamiento y envasado, su despacho a los centros de distribución, y de estos a los supermercados, abastos y panaderías, más los costos de comercialización, no pueden superar, todos juntos, Bs.F. 3,33 por litro, eso es, repetimos, si se consigue leche a puerta de corral al precio regulado, al cual el productor dice estarle perdiendo.

El margen que permiten las regulaciones es del 45% del PVP, es decir, la diferencia entre el precio a puerta de finca y el precio al detal, de allí deben pagarse los costos de producción que en un país como India representan ya un 50% en los estados financieros de cualquier planta procesadora, y sobre 35% del precio de venta al público. Así que de lo que quede, si queda algo, se deben pagar al menos tres patas de transporte, si no cuatro, cubrirle las comisiones al mayorista, y las del “lechero” que llega con su camión diariamente al minorista, y todavía dejarle un beneficio al abasto, panadería o supermercado.  

Si a ver vamos, el “sabotaje económico” es realmente eso, ese conjunto de riesgos y controles, de matracas y trabas que entorpecen la producción nacional y espantan la inversión privada. La “guerra económica” empieza en el organismo cambiario, donde conseguir un dólar cuesta tiempo y dinero, para ponerlo elegante. Pasa por la petroquímica que no logra abastecer al mercado nacional de plásticos la materia prima necesaria para fabricar envases y envolturas. Sigue por la industria gasífera que no cuenta con monómeros suficientes para que la planta de El Tablazo opere a plena capacidad. Incluye a las redes eléctricas que tantas veces fallan en el suministro, particularmente en el interior del país, y a las hidrológicas que no les proveen agua en calidad y calidad suficientes a las procesadoras.

Sumémosle las protestas en carreteras, el riesgo de secuestro y atraco, más las pobladas que como marabuntas saquean cualquier gandola accidentada, como pasó en Los Ruices, Caracas, hace un par de semanas, la caída de puentes como el de Boca de Uchire la semana pasada, y antes el de Cúpira, la matraca en cada alcabala, amén de cada puerto, y debemos preguntarnos cuánto puede estirarse ese 45% de margen que el gobierno le permite a la cadena de producción y comercialización de leche, de la finca al estante del supermercado. Sumemos ahora los costos laborales, los impuestos y las crecientes cargas para-fiscales, la presión del Indepabis, y las amenazas de expropiación, y debemos preguntarnos: ¿Quién produce así?

La escasez ha alterado la dinámica de compras y afecta nuestro psiquis. Los mensajes y “twits” nos dicen dónde hay leche, papel toillet, harina PAN, margarina o cualquier medicina que estemos necesitando y no conseguimos. Los consumidores zanquean los supermercados, compro aceite aquí, leche en polvo allá. Y ante tal grado de desabastecimiento, la solución del Gobierno es gritar: ¡Exprópiese! ¿Y el resultado? Más escasez, menos inversión, más burocracia y corrupción. Y, claro, más de qué hablar, tanto para el que no para de hablar, como para las amas de casa, quienes no dejan de quejarse y rabiar cuando van de compras.

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