Sofía Fernández de Lezama
Ejemplo de la fortaleza y dignidad de la mujer guayanesa al dedicar su vida a la lucha por las libertades democráticas y por la igualdad de oportunidades, en su amada Venezuela.
Evelyn Guzmán Bigott
"A la hora de la lucha, me siento capacitada para todo"
El dedo meñique de su mano derecha aún muestra rastros de la tinta indeleble, evidencia de su participación en las recientes elecciones refrendarias celebradas en Venezuela.
Pero, más que la huella de haber ejercido un derecho cívico, es la certeza de una vida dedicada a la lucha por las libertades democráticas y a la igualdad de oportunidades en su amada Venezuela, dos valores que Sofía Fernández Alcalá de Lezama lleva años honrando.
Hoy domingo 31 de mayo de 2015 celebra sus 100 años de vida fecunda.
VALORES INQUEBRANTABLES
En las afueras de El Manteco, en su finca “Kamarapia”, al sureste del estado Bolívar, Sofía o “Chopita” como le llaman por cariño sus allegados, nos recibe en la entrada de su hogar, una casa de bahareque con más de 150 años de antigüedad.
Su vestimenta nos habla de una mujer sencilla que valora sentimientos más que posesiones, aunque mujer al fin, su coquetería se deja ver en esos labios acentuados con un fucsia, que contrasta con unos modernos anteojos oscuros que la protegen del inclemente sol.
“¡Bienvenidos!”, nos dice con una voz pausada pero entusiasta, y enseguida nos invita a pasar al largo pasillo que rodea la casa y que atesora momentos, situaciones, decisiones y afectos que la han acompañado por más de 55 años, desde que se casó en 1954 con don Efraín Lezama, otro guayanés “de pura cepa”, fiel compañero de sus luchas por el desarrollo de la región, su principal admirador y con quien tuvo a su única hija, Mercedes.
“Chica, es que en verdad, la vida de una finca se hace en los corredores”.
Y éste, en especial, está ambientado con sus flores predilectas, con muebles que han pasado de generación en generación y con reliquias encontradas en sus andanzas de exploradora, por esas sabanas milenarias de la Guayana venezolana.
Allí estaba ella, la primera mujer en ingresar a las filas de la cúpula empresarial del país, Fedecámaras; la impulsora de la primera pasteurizadora de leche en la región y creadora de la Asociación de Ganaderos de l Municipio Piar; la cómplice de Leonardo Ruiz Pineda durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y la fundadora del partido Acción Democrática; en fin, una mujer valiente, enérgica, perseverante e inquebrantable en sus principios y valores morales, digno ejemplo de la fortaleza de la mujer guayanesa.
LUCHA GREMIAL
A Chopita le gusta contar historias y además con lujo de detalles.
Recuerda que, a la muerte de su padre, regresa a su pueblo natal de El Manteco, para encargarse de la finca familiar “Puedpa”.
Durante muchos años estuvo en el directorio de la Federación Nacional de Ganaderos y trabajó especialmente por la región Guayana, de tal forma que cuando el entonces Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, decreta la condonación de la deuda agrícola, se muda a Caracas y se instala todos los días en la entonces institución financiera estatal, Bandagro, ayudando a sacar las deudas de los productores agrícolas del estado Bolívar, “me decían ¡caramba! pero usted se paga y se queda con el vuelto”.
Con una sonrisa reafirma el regionalismo que la caracteriza y que la compara con la férrea defensa que de su terruño hacen, por ejemplo, los zulianos, “cada uno luchaba por su región”.
Para esa misma época, crea la Asociación de Ganaderos del Distrito Piar que impulsa la instalación de la pasteurizadora Industrias Lácteas del Yocoima (Inlayosa), en Upata.
“Personalmente, tenía la angustia de que Guayana, que toda la vida había sido una región ganadera, tenía que estar consumiendo leche traída del Zulia, ¿acaso no podíamos tener una pasteurizadora?”.
Sofía insistía en que un territorio tan grande como el estado Bolívar no podía contar con una sola asociación de ganaderos, además “todos los incentivos gubernamentales se quedaban en el grupito de la Asociación de Ganaderos de Ciudad Bolívar”.
Este empeño le trajo no pocas críticas en un gremio dominado por hombres que pusieron el grito en el cielo, y hasta llegaron a tildarla de “separatista”. Sofía se ríe de esos momentos, incluso recuerda las palabras de su buen amigo Horacio Cabrera Sifontes, quien quiso cerciorarse por sí mismo si Sofía Fernández de Lezama había venido al Estado Bolívar “a dividir a los ganaderos”.
Al final, estuvieron de su lado, siendo una mujer respetada y querida por este gremio que supo valorar en ella la tenacidad y el espíritu emprendedor para trabajar por el progreso y el bienestar de su región.
Por algo llegaron a compararla con la famosa “Doña Bárbara”, del escritor venezolano Rómulo Gallegos.
HERENCIA DE FAMILIA
Sorprende y admira ver en esta mujer guayanesa tanto ímpetu para emprender obras a lo grande.
“Eso se hereda, mi papá no entendía de cosas chiquitas”.
La misma historia da cuenta de la destacada vida militar del General Juan Fernández Amparan quien fue comandante de armas y participó en la Revolución Libertadora de 1902, además ejerció como Gobernador de Puerto Cabello y Presidente de los estados Monagas y Trujillo.
Pero también se dedicó a desarrollar la Finca “Puedpa” y a incursionar en la explotación minera.
“Fíjate que mi papá estuvo dos años metido en las montañas, en el Alto Cuyuní, buscando oro y ya venía derrotado cuando manda a seguir el vuelo de una garza en busca de agua para el campamento, y resulta que encontraron una quebrada con tanto oro que todavía hoy en día se explota”.
Se refiere a la más rica mina de aluvión descubierta en Guayana y que abarca lo que hoy se conoce como el Kilómetro 88 y Las Claritas.
De su madre, Sofía Alcalá Lezama, heredó no sólo el nombre sino la comprensión, esa agudeza para saber hasta dónde puede llevarla sus capacidades.
“Era una mujer que a todo le encontraba acomodo, ella era todo amor, con decirte que durante esos años que mi papá pasó metido en esos montes, mi mamá en vez de tener un santo en el respaldar de la cama, lo que tenía era un retrato de él y nos llevaba todas las mañanas a pedirle la bendición”.
Además se encargó de cultivarle el amor por esas tierras de El Manteco que la vieron nacer el 31 de mayo de 1915, y donde pasó su primera infancia.
Sus estudios iniciales los hizo en Upata, luego es enviada de interna al colegio de las monjas francesas en Valencia donde estuvo cinco años, “era un colegio tan rígido, que ahora no existen, porque las niñas se han vuelto tan indómitas que las monjas no pueden con ellas, imagínate que nos dejaban hablar sólo en recreo”.
Confiesa con picardía que después de aguantar ese “claustro”, para ella“la vida fue una belleza porque ya era señorita de sociedad y me dediqué a bailar, a salir, a tener novio”.
Realizó estudios de taquigrafía y contabilidad, trabajando en las compañías petroleras de la época.
Para 1943, decidió inscribirse en la Madison Art School de Nueva York en los Estados Unidos, donde cursó la carrera de arte y decoración.
Allá vivió la alegría de los norteamericanos al declararse el fin de la Segunda Guerra Mundial y celebró junto a ellos, en la famosa esquina Times Square.
ESPÍRITU DEMOCRÁTICO
Su afición por la política le viene de familia.
De regreso a su país, incursionó en los grupos intelectuales y revolucionarios a través de su primo Raúl Leoni, uno de los líderes de la Generación del 28 que enfrentó la dictadura de Juan Vicente Gómez y llegó a ser Presidente de Venezuela en 1964.
En esa época de efervescencia por las ideas democráticas, Chopita entabla amistad con Lucila Palacios, Miguel Otero Silva, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Betancourt, entre otros.
Comenta que desde el mismo día que cayó el gobierno democrático de Rómulo Gallegos, se incorporó a la resistencia, “sin sentir miedo”.
Cuenta como esa misma noche asistió a la reunió en la casa de Leonardo Ruiz Pineda, donde se resolvió que iba a ser el jefe de la clandestinidad y ella, junto a Cecilia Olavarría, sus encubridoras.
“Fueron 10 años de lucha y viendo las iniquidades, esa fue una dictadura dura con las torturas y las muertes, claro eso nos fue formando a todos ese espíritu de rebeldía ante las injusticias”.
Un espíritu que aún se mantiene y que en las pasadas elecciones, vibró como en épocas pasadas.
“Yo veo chica que ya se acercaba la fecha electoral y no hay movimiento en el pueblo, y llamo a una amiga para empezar a organizar un comité, buscamos el padrón electoral y así empezó a llegar la gente”.
Chopita organizó la operación “Galope” y la logística para atender a los miembros de mesa de los distintos centros electorales en El Manteco.
Un ímpetu que la empuja con pasión a sus 100 años .
“Esas son cosas que están tan grabadas en el sentimiento de uno, yo medio camino, medio veo y medio oigo, pero a la hora de la lucha, me siento capacitada para todo”. Bendita entre las mujeres.
Entre Pioneras
Al pulsar su opinión sobre el papel de la mujer venezolana, Chopita resalta la gran fortaleza espiritual que las sostiene y “por ser los verdaderos timones de los hogares”, y en el caso de la mujer guayanesa, no un duda en reconocer la labor pionera de Doña Concepción (Concha) Acevedo de Taylhardat quien fue la primera mujer en editar un periódico en Venezuela (Brisas del Orinoco, 1888).
“Muy criticada en la época porque eso no eran trabajos de mujer, pero ella tuvo el gran apoyo de su marido que siempre la acompañó en sus empresas”.
Recuerda también a excelsas guayanesas como Virginia Pereira Álvarez quien fue la primera mujer en ingresar en 1915, a la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela y a Panchita Soublette, segunda mujer en recibir el título de abogada y propulsora, junto a Lucila Palacios, del derecho al voto femenino.
La cúpula empresarial venezolana rindió homenaje a la primera mujer que formó parte del Directorio de Fedecámaras.
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